Poligrow, diez años sembrando
esperanza con palmicultura en Mapiripán
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Esta empresa agroindustrial de la palma de aceite se ha convertido en un
caso de éxito con elevados estándares de inclusión social y cuidado del
ambiente.
Hace una década el gobierno colombiano, a
través de Proexport, hoy Procolombia, contactó a un grupo de inversionistas
italianos, que luego dieron paso en 2008 a la creación de Poligrow Colombia,
una palmicultora que desarrolla en Mapiripán, pleno corazón de Colombia, un
proyecto agroindustrial rentable, escalable, sostenible, inclusivo, pero, sobre
todo, integralmente benéfico para el desarrollo de este municipio azotado
décadas atrás por la violencia indiscriminada.
Así, la compañía ítalo-española, ha contribuido
al renacer de la esperanza para más de 3.000 personas que hoy se integran en
familias que trabajan alrededor de los cultivos de palma africana, precisamente
en tierras donde antes reinaban siembras y actividades ilegales, pero que
también desarrollan emprendimientos sociales.
El Director General de Poligrow, Carlo Vigna
Taglianti, asegura que desde su origen la compañía ha concentrado sus esfuerzos
en la innovación social y ambiental lo que le ha convertido en un modelo para
la agroindustria palmicultora del país, pues se caracteriza por atender los más
altos estándares para la protección ambiental y de la biodiversidad de la
región en la que se desarrolla.
Con el liderazgo de Poligrow se han
adelantado iniciativas para mejorar la calidad de vida de los habitantes, algo
que, según Carlo Vigna, incrementa la relevancia del sector agroindustrial pues
el campo es uno de los escenarios en donde hay un mayor potencial para brindar
más y mejores oportunidades a los miles de colombianos, que con la implementación
del acuerdo de paz estarán en la búsqueda de oportunidades que les permitan
llevar una vida digna y de vuelta a la legalidad.
La empresa cuenta con 7.000 hectáreas
sembradas de palma africana. En el futuro se proyecta un crecimiento hasta
llegar a las 15.000 hectáreas, parte en terreno propio y la otra parte mediante
alianzas estratégicas con medianos y pequeños agricultores de la zona.
Así mismo, genera alrededor de unos 600
empleos directos entre los que se cuentan 99 trabajadores pertenecientes a la
comunidad indígena JIW, un número superior a 20% de la nómina.
Los trabajadores pertenecientes a esta
ancestral e interesante comunidad JIW, 78 hombres y 21 mujeres, realizan
labores del campo en las plantaciones de palma de aceite como: fertilización,
cosecha y pepeo. Devengan sus salarios y prestaciones de ley, de acuerdo con el
régimen laboral colombiano, al tiempo que reciben auxilios de alimentación por
día laborado y bonificaciones por su rendimiento individual.
La actividad y generación de empleo total por
parte de esta multinacional ítalo-española mueve aproximadamente 80% de la
economía mapiripense y proyecta al municipio como uno de los de mayor potencial
para futuros proyectos de agroindustria.
Otro gran aporte es la generación de energía
eléctrica las 24 horas del día, algo que diez años atrás era impensable en esta
verdadera joya de la llanura oriental colombiana.
Además, cuando en la producción de fruto de
palma se involucra el monitoreo de más de 500 especies, la conservación de
múltiples ecosistemas y el cambio de mentalidad de una comunidad frente a sus
recursos y su compromiso con su cuidado, estamos hablando de eco-innovación,
que es la generación de riqueza y desarrollo a partir de la conservación y el
manejo responsable de los recursos naturales.
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