La visión
territorial sobre la deforestación
Bajo
el título “Lo que el satélite no ve: las vivencias locales sobre la
deforestación”, se realizó el segundo foro de incidencia de la Plataforma de
Información y Diálogo de la Amazonía (PID) en Bogotá, liderado por Fundación
Natura y Tropenbos, y apoyado por el Foro Nacional Ambiental y FESCOL.
El
objetivo de esta jornada era dar insumos desde la visión y la vivencia local
amazónica a los tomadores de decisión de nivel central, sobre los retos que
enfrentan los líderes y autoridades locales como aporte a la no deforestación
en su territorio.
La
premisa de este espacio fue que la deforestación es una problemática que aqueja
a la región amazónica, pero definitivamente es muy distinta la visión que se
tiene de ella desde el centro del país. Los pobladores, las comunidades
locales, conviven con este problema ambiental y es importante que su contexto y
su conocimiento sean tomados en cuenta a la hora de decidir y de crear
políticas sobre el tema.
En
el evento participaron: Edwin Vargas, presidente JAC del Edén del Tigre, San
Vicente del Caguán (Caquetá); Eider Valderrama, presidente de Prodesarrollo de
Solano (Caquetá); Delio Franco y Juann Carlos León de Asojuntas de La Macarena
(Meta), César Meléndez, Director de la Corporación para el Desarrollo
Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA) desde Inírida (Guainía), y Leomar
Cabrera y Enrique Hernández, indígenas Uitoto del Guaviare. El foro fue moderado
por Carlos Rodríguez, Director de Tropenbos Colombia y César Monje, Jefe del
proyecto Amazonía 2.0 de la Fundación Natura, ambos con amplia experiencia en
el trabajo con comunidades indígenas y campesinas de la Amazonía.
Uno
de los temas más destacados de la jornada fue que desde el punto de vista
local, la deforestación era una consecuencia de la necesidad de las comunidades
por tener un sustento económico, ya que la mayoría de las familias rurales de
la región viven de esa actividad.
“Cada
vez que deforestamos estamos buscando crecer la ganadería para mejorar la situación
económica de las familias; aquí el punto es cómo hacerlo de manera sostenible y
de qué otra actividad productiva legal puede vivir una familia”, preguntó Edwin
Vargas, de San Vicente del Caguán. Cuando las familias viven lejos de los ríos
o del casco urbano, no tienen carreteras, están en tierras de baja
productividad para cultivos que tienen mercado, el aprovechamiento del bosque
no es rentable, no saben hacer transformación de productos en sus fincas y
están sometidos a los precios de los intermediarios, no les quedan muchas
oportunidades en las que su esfuerzo y su trabajo se vea bien remunerado.
Pero
a eso se le suma la entrada de diferentes actores. Si bien el acuerdo de paz trajo
al territorio beneficios invaluables como la tranquilidad y la vida, a la vez
abrió la puerta a un sin número de personas para llegar a zonas donde antes no
era permitido.
“La
realidad del municipio de Solano (Caquetá) es que es uno de los más abandonados
por el Estado; estamos lejos de la capital, no tenemos vías de acceso y el
sostenimiento de los campesinos es la ganadería”, resaltó Eider Valderrama,
Presidente de Prodesarrollo. Y añadió “la realidad de nuestros jóvenes es que a
la edad de 13 o 14 años forman su familia y la única opción es talar bosque y
poner una vaca, pues lo máximo que llegan a estudiar es a grado sexto”. Pero es
una realidad no solo de ese departamento, si no de toda la región amazónica.
Para
el caso de La Macarena, en el departamento del Meta, “la tercera parte de
nuestro municipio está afectado por la deforestación, principalmente por
grandes plantaciones de personas externas (…), el ingreso de nuevos colonos ha
aumentado la problemática, los controles de las entidades se quedan cortos y
hacer un control de nuestra parte, es exponer nuestras propias vidas”, señaló
Juan Carlos León, habitante de esa zona.
Todos
concuerdan en que escuchar la verdad de y desde el territorio abre canales para
que todos se puedan involucrar en la solución, pues como lo dijo Vargas, hasta
el momento “la ganadería, así no sea la más rentable ni productiva, es la mejor
opción que tenemos (...), necesitamos al Gobierno, con toda su fortaleza agraria,
para mejorar lo que tenemos y no necesitar más tierra”.
Para
el caso de Guaviare “los tres motores de deforestación son el acaparamiento de
tierras, las vías y los cultivos ilícitos”, César Meléndez, director de la CDA.
También ha observado cómo las personas han perdido la confianza en las
instituciones.
Enrique
Hernández, indígena que vive en El Retorno, Guaviare, cerca de la cabecera del
Río Inírida, ha visto que el conocimiento de los usos de las especies del
bosque y su valor (ecológico, medicinal, alimenticio y económico) se está
perdiendo y los campesinos venden la madera a todo aquel que les ofrezca
efectivo. Él también cree que es importante buscar el equilibrio entre el
bosque, la ganadería y la huerta, pero el campesino no sabe cómo y va a seguir
deforestando.
Lo
cierto es que en una región que tiene causas de la deforestación tan similares,
el trabajo articulado entre diferentes actores comunitarios ha sido clave y
abre la posibilidad a nuevas soluciones, innovadoras y eficaces. “Nosotros hemos
aprendido mucho de nuestros hermanos indígenas, nos han enseñado a cuidar el
bosque para proteger la Quebrada Las Niñeras, que nos abastece a ambas comunidades:
campesinas e indígenas”, resaltó Valderrama.
Esta
fue una jornada preparatoria para el gran foro de deforestación que se llevará
a cabo en 2020 y que reunirá a actores locales, academia, ONG e instituciones
gubernamentales, en torno a la problemática que amenaza a una de las regiones
más biodiversas del mundo: la Amazonía.
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