Este rollo tiene su razón de ser. SIN MOVER
LOS LABIOS de Carlos Osuna: una inentendible reflexión sobre la condición
humana ESTRENO 1 DE JUNIO
Al contrario de lo que se podría pensar, la
nueva película del director Carlos Osuna proviene de un trasfondo
filosófico-metafísico que de alguna manera se tradujo en la locura que usted
podrá disfrutar en pantalla. Conozca las razones que motivaron a este rollo
inentendible en preparación a su llegada a los cines del país la próxima
semana.
Sin mover los labios es una apuesta frontal e
inesperada por el cine diferente, es una película que se sale de las
convenciones de la cinematografía colombiana y por tanto, sabemos que está
condenada al fracaso y a desaparecer pronto de las salas. No nos importa, no
nos iremos sin antes hacer mucho ruido y retar a los espectadores a presenciar
algo que no se ve siempre en la gran pantalla.
La idea para tan magno fiasco en taquilla
surgió de dos fuentes diferentes que encontraron rumbo en una misma locura. Por
un lado, la inspiración vino de un sueño recurrente del director Carlos Osuna
en el que se encontraba naufragando en un mar infinito, sabiendo que nunca iba
a tocar tierra firme, similar a la angustia de ir en un Transmilenio tan lleno
que uno no alcanza a poner los pies en el piso y sólo reza porque en algún
momento la marea humana lo expulse del bus.
Por la cabeza del realizador comenzó a rondar
la idea de querer reflejar lo que era sentirse naufragando, como él en ese
sueño, a pesar de estar pisando el suelo. De algún modo esa idea se transformó
en esto. Además, encontró un video en la maravillosa fuente de basura y tesoros
audiovisuales que es YouTube, en el que un niño ventrílocuo realizaba un show
en vivo.
En éste, la presión del público y el pánico
escénico se apoderan del niño y lo hacen fracasar en su arte, por lo cual sale
corriendo a buscar a su mamá y a abrazarla. Para Osuna, este video ponía en
evidencia varias verdades: la presión del niño por mostrar algo que no era y el
fracaso inminente ante lo que de verdad es; además, la paradoja de correr a los
brazos de su madre, quien posiblemente, fue la persona que ejerció mayor
presión sobre él a la hora del espectáculo que terminó en escarmiento público y
pena ajena.
Con esto en mente, se empezó a construir y
pensar una manera de realizar una crítica a la sociedad y a la construcción de
la identidad en esta: cómo se ven las cosas en público, cómo deberían ser y
cómo son en realidad, atravesando esto además por el delicioso, trágico y
cómico sancocho de la realidad colombiana. La cavilación filosófica y bonita
con la que se comenzó, terminó convirtiéndose en la película que usted no debe
perderse en salas a partir del 1 de junio.
Sin mover los labios propone de manera
inentendible una reflexión acerca de la farsa de la existencia y la repetición
cíclica de experiencias que despreciamos, como levantarnos todos los días al
trabajo que odiamos para ganarnos tres pesos que desperdiciamos en cosas que
nos dan guayabo, mientras además ejercemos la ridícula actividad de
representarnos. Sabemos que es una producción que despertará mil odios y por
ahí medio amor, pero lo invitamos a dejarse confundir y volverse invisible
junto a nosotros.
Carlos es un ventrílocuo sin talento que pasa
su tiempo libre viendo telenovelas baratas en compañía de su posesiva madre
(Consuelo Luzardo) y su aburrida novia (Marcela Benjumea). En las noches se presenta
en el bar de su mejor amigo (Álvaro Bayona) donde para sobrellevar su aburrida
vida busca algo de diversión en la cocaína y las prostitutas gordas. Su madre
muere súbitamente y Carlos intenta deshacerse de su pasado pero en este viaje
se perderá a sí mismo en un delirio surreal que lo llevará a convertirse en un
hombre pollo.
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