Ahorrar: ¡La
verdadera inclusión que genera progreso!
Ahorrar es a veces una
pretensión llena de expectativas pero una acción difícil de ejecutar. Y no
porque los colombianos desconozcamos el valor que significa guardar recursos o
planificar el uso de nuestros excedentes de liquidez para afrontar las épocas
de ‘vacas flacas’, sino porque muchas veces los ingresos no son suficientes, o
porque desconocemos las alternativas que facilitan esta tarea.
Ahora, lo que sí es innegable
es que la disciplina y planificación deben ser los pilares fundamentales para
ahorrar. Las metas que nos trazamos -ya sea bajar de peso o aprender un nuevo
idioma-, requieren de nuestro esfuerzo y dedicación. Una vez alcanzamos el
objetivo trazado entenderemos que valieron la pena, mientras que si fracasamos
en el intento tal vez nos demos cuenta de que faltó el empeño necesario o
utilizamos mal los recursos que teníamos para lograrlo.
Entender las alternativas para
ahorrar se nos vuelve una necesidad ante tanta confusión que genera la oferta de
productos. El ahorro debe ser un elemento de progreso siempre, ya sea desde la
decisión de planificar usando una alcancía o guardando los billetes debajo del
colchón.
Y pareciera que cuando nos
ponemos serios frente a la determinación de ahorrar, lo primero que pensamos
son en las alternativas que ofrece el sistema financiero formal. Pero resulta
que en nuestro país existen alternativas de ahorro que cumplen con la finalidad
de progreso y bienestar por más que no consistan en productos ofrecidos por dicho
sistema y que permiten entre otras cosas que personas que no tienen acceso a
una cuenta bancaria puedan aspirar a progresar a través del ahorro . Es obvio,
además, que antes de la aparición de los bancos ya existía la intención de
guardar recursos para afrontar el incierto futuro.
Es más, existen varios
ejemplos, en diferentes épocas y latitudes, que demuestran que las comunidades
se organizan entre sí para poder entregar recursos a las personas que los
necesitan.
Colombia, claro, no es la
excepción a la regla. En nuestro país existen opciones para que las personas
puedan autofinanciar la compra de bienes y servicios. A través del ahorro
programado, las comunidades pueden elegir opciones que se ajusten a sus singularidades,
ya que no todas las personas pueden o quieren acceder a un crédito bancario,
teniendo en cuenta los costos que estos generan.
Las llamadas ‘Natilleras’ son
un ejemplo muy tradicional -sobre todo en Antioquia- de cómo familiares y
amigos se ponen en sintonía para alcanzar un objetivo común a partir del ahorro
programado. En ellas, las personas acuerdan unas reglas del juego (cuotas,
periodicidad, multas, celebración de eventos, etcétera) que se deben cumplir
para que al final cada uno de los participantes reciba su ahorro más unos pesos
extra por su rentabilidad. Es, por decirlo de otro manera, una especie de
cooperativismo primario que busca mejorar los ingresos de pequeños grupos.
Como ésta, existen también
otras alternativas de ahorro programado que fomentan la inclusión y cohesión
social, ya que no solo permiten el acceso de individuos sin acceso al sistema
financiero tradicional, sino que además fortalecen los lazos entre las personas
que en ellas participan.
Así las cosas, vale la pena
evidenciar y dar a conocer a las personas alternativas para que el ahorro deje
de ser una utopía para convertirse en una realidad que genere progreso e
inclusión. La discusión de estas herramientas permitirá no solo desmitificar
algunos demonios que se han construido alrededor de estos sistemas, sino que
abrirá el abanico de opciones para estimular el consumo de los colombianos.
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